lunes, 10 de agosto de 2009

Propuesta indecente

Debe haber infinidad de nutricionistas que quieran convencer de lo contrario, pero podría desafiar a cualquiera de ellos a demostrarme que una ensalada de brotes de soja, repollo, lechuga y tomate es más rica que una pizza de muzzarella y panceta. Puedo hacerlo más fácil, le concedo queso para la ensalada (como la que comí hoy) y le quito la panceta a la pizza. Igual me quedo con la pizza. Le concedo las aceitunas, la cerveza. Le agrego atún y clara de huevo a la ensalada. Igual me quedo con la pizza.
Uff, bueno, todo sea por aquel jean que amaba.

sábado, 1 de agosto de 2009

La celebración III (hasta que las velas no ardan!)

Las mesas de banquete estaban servidas para cien personas. En la cabecera se ubicaron la bebé bautizada, los padres y abuelos. V. y sus hijos del otro lado del salón. Me ubiqué con V., en una de los laterales y estratégicamente cerca de una ventana, por si había que salir corriendo.
Para dar inicio a la fiesta, el padre Benito bendijo la mesa.
Todos en la familia de V. tienen algún talento musical. Casi todos cantan y tocan instrumentos. Por eso no me sorprendió que hubiera un escenario para que se lucieran los cantantes y guitarristas de la familia. V. baila, pero ese es un arte censurado en la familia.

Madre de V. (tomando el micrófono)
Hola a todos, quiero agradecerles por estar acá. Con Orlando estamos muy felices de estar reunidos con todos ustedes celebrando a mi nieta y a mi hija que es una madre ejemplar. Brindemos por ellas.
Hubo un silencio incómodo en mi lado de la mesa, mientras algunas cabezas giraron a mirar a V. y a su hija., sin saber si algún examen de ADN había demostrado que no eran hija y nieta de la maestra de ceremonias.

Madre de V.
También queremos agradecer porque contamos entre nosotros con gente que vino de muy lejos para compartir este día.
(Es cierto, pensé. Mi cuerpo seguía recordando las once horas de viaje).
Son personas muy importantes para nosotros, a quienes quisiéramos tener con nosotros más seguido… (En este punto la mirada de la hija de mi amiga se iluminó). Gracias, Padre Federico y Padre Benito por estar hoy con nosotros. Un aplauso para ellos. (La luz se apagó).

Siguieron los brindis, las dedicatorias de canciones, los aplausos. Nunca se nombró a V. ni a sus hijos. Agradeció que todos sus ahijados estuvieran en la sala, aunque tuvo que hacer un esfuerzo para recordar que su primer nieto, hijo de mi amiga, era uno de ellos.
Hacia las cinco de la tarde me pareció que no estaba mal colaborar con los anfitriones y preparé café para cien personas. La madre de V. entró a la cocina diez veces a darme indicaciones y llegué a temer que me castigaran si algún invitado comentaba que su bebida estaba amarga. Por suerte, descubrí que uno de mis pocos talentos es la preparación de café para más de 99 personas. Estoy pensando en qué aprovecharlo.
Comimos, tomamos, y cuando la fiesta decayó en oraciones y discursos sobre la maternidad, nos fuimos a la casa para una improvisada sesión de fotos con mi amiga y su hija que es el mejor recuerdo del viaje. Se las ve vulnerables pero felices de estar juntas. Ninguno de los hermanos de V. preguntó por qué mi amiga y su hija no estaban en la fiesta.
V. seguía afónica, porque el cuerpo es sabio y no ignora que hay momentos en los que no hay que hablar, sobre todo, cuando no se está segura de no perder el control.
La fiesta duró hasta las tres de la mañana. Yo me fui a dormir a la una, agotada, y entre mensaje y mensaje de texto, cada vez más acalorada, trataba de recordar las lecciones aprendidas en CSI para encubrir un posible crimen.