jueves, 30 de abril de 2009

Idea Vilariño (1920-2009)

Ayer estaba pensando en qué escribir y cómo expresar la nube oscura que a veces me envuelve.
En medio de esa búsqueda, me enteré por un amigo de la muerte de Idea Vilariño, poetisa uruguaya, sucedida antes de ayer. Leí este poema, tan bello y tan triste.

Y quise compartirlo con ustedes.

YA NO

Ya no será,
ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quien fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.

Ya no soy más que yo para siempre y tú
Ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir.

Idea Vilariño

lunes, 27 de abril de 2009

Lazos de familia

En el pueblo donde nacieron mis padres los nombres se elegían directamente del santoral. De acuerdo a la fecha de nacimiento, al niño se lo llamaba como el santo de ese día.
No es que no tenga ventajas este sistema: piensen los lectores en el tiempo y contratiempos que generan la búsqueda del nombre perfecto para el bebé, las alternativas para nene y nena, las peleas por el nombre del abuelo que alguien quiere mantener en la familia, los nombres vetados de ex parejas de los padres, etc.
Este sistema, si hay algo que tenía, era objetividad. Si el bebé nacía el mismo día que el tío abuelo preferido, genial; si nacía el mismo día que la ex novia de papá, mala suerte. Mamá odiaría a la niña, pero de ahí no pasaba.
Así, en mi familia hubieron Ciprianas, Cervandos, Hilarios, Rogelios, Wencesladas, Robustianas, Gumersindos, Pablas (sí, así, en femenino, Pabla), Petronas, Marías Luisas. Unos pocos afortunados: Pedros, Claras, Vicentes y José (del Corazón de Jesús, porque sonaba demasiado bien solo).
A mi mamá le tocó nacer en julio, al otro día era San Buenaventura, y a mi abuela le sonó a nombre de mujer. En el Registro Civil nadie observó nada y le quedó un nombre de varón. Cosas que pasan.
Papá, en cambio, tuvo suerte. Nació en octubre y le tocó llamarse Francisco.
Lo loco, lo raro, lo imprevisible es que les digan Buena y Franco. O sea: soy la hija de Buena y Franco. Como me dijeron una vez, no hay forma de que saliera ilesa.
Quizá por eso, siempre intenté ser buena, adorable, dulce y reservada, cariñosa pero no cargosa, expresiva, moderada, inteligente, humilde, seria y graciosa. Todo al mismo tiempo. Me parece que se me complicó.
Ah, y no les conté: mi abuelo se llamaba Santo. Si llega a aparecer una tía perdida que se llame Pura, les juro que me recluyo en el Uritorco o me uno al circo.

viernes, 17 de abril de 2009

Demostración práctica sobre el karma

El sábado tuve oportunidad de ver de cerca cómo funciona esto del karma.
Es sabido que yo nunca creí en todas esas cosas: a duras penas puedo lidiar con lo visible, ni pensar en lo otro. Sin embargo, no le veo otra explicación.
La fiesta terminó de golpe (o no tuvimos ganas de ver venir el final) y había que volver a La Plata. Llamé un remisse y le dejé mi número de teléfono para que pudiera ubicarnos más fácilmente. Hasta me pareció práctico.
El anfitrión, preocupado por nuestro grupo, y para que no esperáramos más, le pidió a Psicópata y a su novia si podían llevarnos a Mari y a mí al centro. Nos ahorrábamos el viaje desde Villa Elisa, que es algo caro, y no teníamos que esperar más al chofer.
Llamé al señor remissero para decirle que no viniera pero no me contestó, la novia de Psicópata quería que nos fuéramos rápido, Mari –con un poco de alcohol y mucho de espuma encima- quería irse, los mozos levantaban los últimos manteles, el sol estaba saliendo, todo se aceleró, y sí… sucumbí. Sucumbí a la facilidad, a la desconsideración con ese pobre remissero, (que además tenía mi número de celular), a la comodidad de no tener que discutir a las seis de la mañana, y a la conveniencia de irme antes de que me siguieran viendo con la pintura corrida, patética con el centro de mesa en las manos a plena luz del día. Me rendí cobardemente, apagué el celular y me subí al auto de Psicópata.
Mal, lo sé.
Y aquí es donde les digo que aparece el karma. O la justicia poética, no lo tengo claro. El caso es que Psicópata, evidentemente, también había sucumbido, accediendo a llevarnos a pesar de no tener ganas, y decidió salir del molesto problema (léase Mari y yo), en el menor tiempo posible. Hicimos el trayecto que lleva 30 prudentes minutos en 15.
Psicópata:
Entonces ¿a dónde van?
Moni:
Vamos al centro, dejános donde puedan y nos tomamos taxi.
Novia de Psicópata:
Pero, ¿a dónde van?
Mari:
Ella a calle 44 y 99, yo a 22 y 11. Pero dejanos donde puedas y nos arreglamos.
Psicópata (interrumpiendo a la novia):
Grrr
Visible e incomprensiblemente molesto, Psicópata aceleró.
Empezó a maniobrar como si en vez de C4 tuviera el Max5, a doblar a 90° como en un videojuego, a pasar todas las lomas de burro a 150 km/h, hasta se subió a la división de carriles al tomar el Camino Centenario. Pensé que nos matábamos. Casi lo deseaba porque era lo que Psicópata y la tonta de la novia se merecían, pero claro, yo también estaba ahí. Mari me buscaba la mirada, probablemente para convenir en silencio abrir las puertas y tirarnos en la próxima curva. No pude mirarla, no dejaba de repetirme que eso estaba pasando por mi culpa, y que el remissero seguramente tenía algo que ver. Encendí el celular, tenía un mensaje de voz y otro de texto. Espantada lo volví a apagar. Ya no podía llamar ni al 911.
Psicópata, decidió cortar el clima tenso sintonizando la radio hasta una estación de música clásica. Me teletransporté a un campo de concentración donde el General Psicópata nos enviaba a las duchas con El anillo del Nibelungo de fondo. Psicópata me sacó del ensimismamiento:
Psicópata:
Entonces ¿dónde viven?
Mari:
Bueno, yo vivo en 22 y 11, pero…
Psicópata:
¿Y ella por qué dijo 44 y 99?
Moni:
Porque no vivimos juntas…

Aceleró aún más, subió la música y se dedicó a pasar semáforos en rojo y a esquivar autos por centímetros hasta la esquina de mi casa, previa puteada y volantazo por haberse pasado.
No sabía si agradecer, pero bueno, lo estaba intentando, cuando Psicópata se dio vuelta, miró a Mari (que seguía lejos de su casa) y ni siquiera evitó la grosería final:
Psicópata:
Yo de acá voy a mi casa en 111 y 333, ¿vos te bajás acá o vas a venir con nosotros?
Mari, que aún con el peinado, el maquillaje y el vestuario arruinados por la espuma es una dama, contestó sencillamente:
Gracias, y perdón por las molestias
Y dignamente bajó. El auto arrancó antes de que cerráramos la puerta. Sinceramente, creo, (y deseo) que después del alcohol, las horas de baile, y el cansancio, salvo que haya tenido sildenafil, no debe haber podido hacer nada con su novia.
Igual no lo quiero desear demasiado, por si se revierte y tengo empezar a preocuparme yo.
Al otro día, descubrí más mensajes del remissero. Decidí pagarle el viaje. Por las dudas. Esto de la compensación cósmica parece ser una cosa seria.

miércoles, 15 de abril de 2009

De telenovela

En el principio fue el nombre. En realidad, los nombres. Mi mamá me puso dos nombres de heroínas de telenovelas. ¿Se me puede reprochar el dramatismo con el que a veces reacciono? ¿No estoy programada para eso?
El personaje al que le debo mi primer nombre se fue de la historia a la mitad de la novela. No se quedó a esperar su final feliz. La pasión no le alcanzó para afrontar las diferencias que la razón le marcaba. ¿Qué clase de chica de telenovela era?
De la segunda, siempre me contaron que fue la primera heroína que le fue infiel a su marido (¡y en los ’70!). Una mujer arrebatada por la pasión, que muere asesinada como castigo a su culpa (niñas: no hagan esto en sus casas). Mamá siempre insistió para que no creyera demasiado en los sentimientos, pero siempre me pregunté en qué pensaría cuando eligió cómo llamar a su hija.
Así las cosas, dentro mío, como en mi nombre, se debaten dos fuerzas. Y aquí me ven, haciendo equilibrio.
Bienvenidos.