lunes, 8 de junio de 2009

La celebración I

Salimos al mediodía. Yo necesitaba escaparme de La Plata por unos días, y V. necesitaba una acompañante terapéutica que sobrellevar la reunión familiar por el bautismo de su sobrina recién nacida. Me encantan los viajes en auto, así que el plan era bueno.
Quien haya viajado once horas con dos adolescentes sabrá qué corta fue mi ilusión de un viaje tranquilo. Por suerte, la música amansa las fieras y se hizo llevadero, cuando los chicos no gritaban y V. no amenazaba con hacerlos viajar en el baúl. En realidad lo que más me impresionó fue escuchar a mi amiga decirle a la hija, a las tres horas de viaje que si quería ir al baño iba a tener que esperar cien kilómetros más porque ella no iba a bajar el promedio (!). Comprendí que la locura al volante no tiene género.
Llegamos de noche. Tarde. Los padres de V. nos recibieron y luego de preguntar dos minutos por el viaje:


Madre

Ay V. hija, ¡no sabés lo cansada que estoy! Nuevamente nos juntamos todos acá. Cien personas vamos a ser. Hubo que contratar cuatro mozos, dos chefs. Va a haber una mesa de dulces, helados, una pata de jamón. Gracias a Dios que podemos hacer todo esto, con la crisis.

V. miró con cara de póker, pensando probablemente en el crédito que sacó para poder viajar.

Madre (ahora mirándome a mí)
Y yo con todo: comprar el tomate, la lechuga, la pata de jamón. Es tanto esfuerzo. Hay que estar atrás de todo. Ay, Moni, ¡no sabés el trabajo! Estoy rendida. Todo el día atrás de mi familia. Me desvivo para que no les falte nada. Y los hombres, Moni, no sé qué harían sin mí el Leo y mi marido. Me levanto a las cinco de la mañana para que tengan en la mesa el cafecito, las tortitas raspaditas calentitas. Corro, Moni, corro todo el día, bla, bla, bla…
(Les ahorro el detalle de todas las actividades diarias de la madre de mi amiga. Baste decir que eran muchas).

Todos, y en particular V. que había manejado once horas, necesitábamos dormir. Sin embargo, la hermana de V. insistió en que ella fuera a conocer a la sobrinita. Y fuimos. Porque, les recuerdo, fui de paragolpes.

V. (tomando a la bebé en brazos)
Hola, bebé, hola, hermosa, hola mi vida. Acá está tu tía. Hola tía, ¿cómo estás? Hola tía preciosa, mi amor.
(Mi amiga continuó refiriéndose a la bebé como “tía” durante los días venideros sin razón aparente. Le preguntaría el por qué a mi psicóloga si no fuera porque por ahora estoy concentrada en entender cómo mi vida se transformó en una mala temporada de Sex and the City).
Qué linda tía, qué bebé más hermosa. Yo no fui babosa nunca, ni con mis hijos, pero esta es la bebé más linda que haya visto.

Al lado, la hija de mi amiga levantó la mirada. Creo que hasta pude ver como esos enormes ojos azules se oscurecían.

6 comentarios:

tresmenageatrois dijo...

Siempre nos preguntamos (al menso en mi familia) como hijos, sobrinos y nietos porque nuestros adultos nos decian : tio, abueli' y papi y mami.

es realmente una inversión de roles provocado por alguna causa?

aún asi... amo que mi padrino me diga Tio!


abrazo!

Moni dijo...

En mi familia, en cambio, a nuestros tíos los llamábamos por los nombres, bah, por los apodos, porque los nombres (como he contado en algún otro post) eran imposibles de largos y horribles.
Para mí es raro esto de la inversión. Primero pensé que fingía que la nenita le hablaba, pero no.
En fin, gracias por pasar.
Saludos chicas!

Anónimo dijo...

No me banco los que a los hijos les dcien mamita o papito!!
en mi familia, mis hijos y sobrinos, a los abuelos los llaman por su nombre, desde que eran chiquitos.
Interesante tu blog, te sigo leyendo.
saludos

Moni dijo...

Ana: ¡Gracias! A mí me pareció raro. Igual comparado a todo lo que vino después, fue una tontería.
Pasé por tu blog y me gustó.

Anónimo dijo...

¡Ay,la familia! Todas las familias :-)

Me gusta mucho como escribís. Sigo mirando por acá
Un beso

Moni dijo...

Amanda: Bienvenida y gracias.